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LAS MEJORES PELÍCULAS DEL 2021

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1 Dune

Detalle significativo, por lo que supone para la adecuada valoración de la carrera del director: Denis Villeneuve ha dirigido tres grandes películas de ciencia ficción. La llegada. Blade Runner. Dune. Las tres distintas. Cada una con su propio tema y abordaje perfectamente diferenciado. Pero al mismo tiempo, en un ejercicio de madurez de Villeneuve como autor, las tres con un conjunto de detalles y preocupaciones sobre la visión de su creador plenamente capaz de imponerse al material de origen para imponer sus propios estilemas, sus temas y sus intereses a la hora de elaborar sus ficciones.

Cualquiera que haya leído la novela Dune, de Frank Herbert, antes o después de ver la película de Villeneuve, sabrá entender a qué me refiero en esa manera de hacer totalmente suyo el material ajeno, y cómo, además de un ejemplar entretenimiento de género, una propuesta de épica muy cuidada y madura, y un viaje de evasión de primer orden, en el Dune de Villeneuve encontramos todo lo que suelen ofrecernos los mundos de este realizador, viajando más allá de las fronteras que sugiere la obra de Herbert.

Ejemplo de ello es la, nunca mejor dicho, ejemplar reconstrucción del personaje de Lady Jessica que nos ofrecen Villeneuve y Rebecca Ferguson (Villeneuve es capaz de ganarse la complicidad absoluta de sus actores y sacar de ellos el máximo que necesita para construir personajes inolvidables), bebiendo copiosa y sabiamente de ese pozo de posibilidades de desarrollo que era ya la Dama Jessica de Herbert. Y ese personaje cobra en tiempo récord, con muy pocas apariciones en pantalla, pero todas ellas absolutamente eficaces para forjar el personaje ante los ojos del público, un protagonismo en crecimiento desde su papel de segundo plano, presagiando el poder que puede llegar a alcanzar en la segunda parte de la película. Y, al mismo tiempo, Lady Jessica encaja perfectamente en el retablo de figuras femeninas dominantes en la filmografía del director, formando un triunvirato con la Kate Macer interpretada/construida por Emily Blunt para Sicario y la Louise Banks interpretada/construida por Amy Adams para La llegada. Se sitúa además como un punto intermedio que bebe de ambas, o mejor, sirve como puente entre una y otra de las dos que la precedieron. Interesante en ese sentido la elección de plano de Villeneuve para resolver el enfrentamiento de Lady Jessica con el personaje de Javier Bardem, que muchos cineastas habrían visto como un plano de dos, pero el director canadiense resuelve dándole todo el respaldo visual a ella en un primer plano repleto de presagios sobre el personaje.

Miguel Juan Payán

 

 

2 Nomadland

Imagina una actriz capaz de interpretar a una nómada que acepte durante meses llevar ropa sucia, estar despeinada y sin maquillaje. Ahora prueba sin pensar en Frances McDormand.

Aparte su extraordinaria secuencia final, Nomadland (de Chloé Zhao) apenas contiene momentos que se recuerden al salir del cine. Es posible, de hecho, que dentro de unos años nadie hable de este filme si no es por la interpretación de Frances McDormand. Sin embargo, y espero que esto no suene demasiado cursi, afirmo que esta cinta ya es inmortal por su espíritu indomable, por la trascendencia de su mensaje. Si escribir y dirigir Nomadland ha debido ser un acto de fe para la intrépida Chloé Zhao, interpretar a Fern significó para Frances McDormand un acto de amor: su inmersión en el día a día de esta caravana errante es tan creíble que pasa absolutamente desapercibida. De otro modo, Nomadland hubiera tenido un indudable interés documental, pero no nos habría impactado su historia.

A pesar de que en Nomadland aparecen mujeres y hombres que lo han perdido casi todo, no trata de perdedores. Aunque parezca gratuito decirlo, les queda su libertad para decidir cómo vivir y con quién. Los pocos allegados que les restan no entienden por qué han elegido vivir en la carretera, con lo poco que atesoran, ejerciendo puestos temporales en grandes empresas para pagarse comida y combustible. Cierto que en ocasiones afloran sus aflicciones, y algunos reproches, pero se merecen hacerlos. Las resonancias políticas de Nomadland son mínimas, apenas imperceptibles. Sus recriminaciones a la sociedad jamás son generalistas. En ocasiones no se privan de cierta crítica a un tipo de personaje perfectamente definido en la cinta, aunque sin amargura. Como la mayoría de los intérpretes son nómadas reales, sus rostros denotan cansancio, sus cuerpos soportan peor los años, pero en sus actos no hay prisas, solo paz. Sus diálogos parecen auténticos, y sus ratos de felicidad, también. A pesar de todo y de todos han encontrado un nuevo sentido a sus vidas.

Con el recorrido circular que Fern emprende para sobrevivir, Zhao aprovecha para fotografiar las grandes llanuras estadounidenses. Aquellos espacios abiertos que tanta gente ansía encontrar, Fern los saborea en cada amanecer, en todos sus atardeceres. Estoy seguro de que muchos espectadores desearán transitar sus maravillosos lugares, por supuesto, porque es verdad que la naturaleza es uno de sus personajes principales, si bien no el primordial. Cierto que amamos Nomadland también por sus bellos paisajes, pero Zhao nos seduce con las personas que los atraviesan, que los saben mirar. No olvidemos que el retrato más poderoso que Nomadland logra captar es el de la naturaleza humana y su inconformidad.

Juan Carlos Paredes

 

3 El último duelo

Excelente y estimulante filme, de audaz montaje a través de tres puntos de vista de unos hechos y hacia un ansiado desenlace.

Es de agradecer la visión sangrienta y descarnada del director, que no se corta a la hora de ofrecernos una época ruda, donde los caballeros se juegan la vida en mil batallas y donde la sangre nos puede alcanzar.

En un año en que hemos tenido la fortuna de disfrutar de Ridley Scott por partida doble (la otra propuesta del director ha sido La casa Gucci), este estimable montaje desde tres puntos de vista, ofrecido en El último duelo, se sitúa de forma incuestionable entre lo mejor del año. Una producción de época medieval basada en hechos reales, en la que tanto Ben Affleck como Matt Damon han ejercido de guionistas, productores e intérpretes, ambos impecables en este último cometido junto a Adam Driver y Jodie Comer, también brillantes en sus papeles. El filme arranca con lo que va a ser un duelo a muerte entre caballeros, pasando a una triple exposición de los hechos que han conducido a tal acontecimiento, provocado a raíz de una supuesta violación y todo ello caldeado por rencillas de honor. Seremos testigos de los acontecimientos bajo la perspectiva de los personajes encarnados por el tenso triángulo establecido entre Jean de Carrouges (Damon), Jacques LeGris (Driver) y Marguerite de Carrouges (Comer). En una fórmula así, el montaje debe ser impecable y aún más cuando hay mayor riesgo en el caso de Scott, en cuya obra encontramos antecedentes de filmes donde la edición ha sufrido cambios y posteriores versiones retocadas. En el caso de El último duelo, el invento funciona perfectamente y mantiene el interés de forma habilidosa durante un metraje generoso que no cansa en momento alguno. Y en todo ello es de agradecer la visión sangrienta y descarnada del director, que no se corta a la hora de ofrecernos una época ruda, donde los caballeros se juegan la vida en mil batallas y donde la sangre nos puede alcanzar. La ambientación es perfecta, el vestuario brillante y la partitura de Harry Gregson-Williams, de nuevo perfecta para las intenciones del guion. Por algo es el compositor habitual del director desde hace años, ya que sabe entenderse perfectamente con las necesidades de Scott, aquí mediante una música sobria y dramática apoyada en sugerentes recursos vocales. Esta enorme composición quedará presumiblemente sin obtener los galardones merecidos, en favor de otras propuestas hartamente comerciales que se imponen en estos tiempos. Al menos es posible que El último duelo logre ser finalista en otras categorías. En el lado negativo podría afirmarse que hay corrientes que han querido apropiarse del filme para llevárselo al terreno de las reivindicaciones feministas, nada más lejos de la realidad.

Sergio Hardasmal

 

 

4 No mires arriba

Una amenaza que puede provocar nuestra extinción, unos científicos que nos alertan y una sociedad que no escucha. Esta enorme sátira da donde más duele.

En los filmes de catástrofes, cuando una amenaza apocalíptica se cierne sobre la Tierra en una angustiosa cuenta atrás, lo natural es que, como espectadores, deseemos que nuestro planeta se salve. En No mires arriba, de Adam McKay, uno se lo piensa dos veces. Es todo tan descorazonador, tan caótico, tan desmadrado, tan carente de sentido y, lo peor de todo, tan inhumano, que es inevitable que nos lo preguntemos: ¿de verdad nos hemos ganado el derecho a seguir ocupando espacio? O mejor dicho: ¿nos lo merecemos?

El hecho de que nos planteemos preguntas de semejante calado es el principal mérito atribuible a la nueva cinta de Adam McKay. Un cineasta que, película tras película, parece empeñado en limar su cámara y su pluma para arrojarnos a la cara sátiras tan afiladas que laminan nuestra fe en el género humano. Y más ahora que nunca: los paralelismos con la actualidad de su trama, con ese meteorito que se acerca a la Tierra y que divide al planeta entre afirmacionistas y negacionistas, han provocado que No mires arriba sea a la pandemia lo que supuso el ¿Teléfono rojo? (1964) de Kubrick para el holocausto nuclear. Con todo, la motivación inicial era hablarnos, sin hacerlo, del cambio climático, lo cual no resta a la cinta un ápice de vigencia. Más bien lo contrario.

Lo curioso es que, pese a todo, estamos, posiblemente, ante la película que más carcajadas haya arrancado en 2021. Al menos por su primera mitad: unos noventa minutos iniciales tan despiadados como eléctricos, asimilados por un elenco entregado a la causa satírica con fervor militante: un Leonardo DiCaprio más maduro que nunca, una Meryl Streep en su salsa, un Mark Rylance siniestro, una provocadora Cate Blanchett y una Jennifer Lawrence que constituye el único personaje no maltratado por el guion.

Así, entre mandatarios que se toman a chufla el criterio científico, entre presentadores de televisión que hacen chistes antes de dar paso al apocalipsis, y entre una población infantilizada por el algoritmo de turno, las chanzas se suceden y se disfrutan a la velocidad del rayo, pero sin evitar una sensación de desasosiego y alimentando las dudas existenciales expuestas al principio de estas líneas. Ahora bien: si la hora y media inicial provoca que maldigamos el mundo en que vivimos, la hora restante trata de reconciliarnos con el género humano. O con lo que queda de él. Y en estos tiempos que corren, es una intención, cuando menos, de agradecer.

Jaime V. Echagüe

 

 

5 El poder del perro

Jane Campion dirige con maestría una intriga incómoda e inquietante que nos habla de la soledad y del devastador poder de la represión y la soledad.

Dos horas y un par de minutos de tensión creciente, sin sobresaltos, pero que progresa imparable hacia un desenlace en el que se confirma que nada ni nadie es exactamente lo que parece en esta reveladora fábula de víctimas y verdugos. Dos cuerdas, la del suicidio del padre y la que prepara Phil, el personaje de Benedict Cumberbatch, más las cuerdas del instrumento musical que toca este último para arrinconar a su cuñada Rose interpretada por Kirsten Dunst en el piano. Un momento de duelo musical que define en tan solo unas secuencias, sin mostrar un ápice de violencia física, la situación de abuso de un personaje sobre otro. Una situación de abuso en el que tampoco es todo tal como parece y en la cual tanto Phil como Rose tienen en común la manipulación del hermano aparentemente más civilizado de él y marido de ella, George, interpretado por Jesse Plemons, por manipularlos a ambos. Y un joven que inicia el relato como narrador con una frase premonitoria que comienza a construir la intriga poniendo toda la trama en tiempo de flashback con gran poder de anticipación: “Yo quería que mi madre fuera feliz. ¿Qué clase de hombre sería si no ayudara a mi madre? ¿Si no la salvara?”. Kodi Smit-McPhee completa el cuarteto de actores sobre el que Campion edifica su película componiendo uno de los personajes más interesantes del año rodeado de conejos, como una Alicia dispuesta a entrar en la madriguera para revelar los secretos que esconden los adultos que le rodean.

Campion domina con pulso firme y sin hacer concesiones melodramáticas este cuento del horror de la existencia, la negación de los propios instintos, la represión y el tabú, la soledad, el abandono y el trato con la muerte. Es un cuento seco y arisco en el que se imponen con rotundidad planos generales de perturbadora belleza que al mismo tiempo transmiten la soledad y el aislamiento, y construyen la claustrofóbica trampa de aislamiento a cielo abierto en la que nos encontramos atrapados junto con los personajes durante toda la película.

Esos planos generales del paisaje forman parte esencial de la identidad de contrawéstern que le proporciona Campion a su película, al tiempo que reserva los planos de detalle para desvelar las pesadillas que habitan en la cabeza de los personajes, y los primeros planos y las miradas para materializar su profundo aislamiento existencial que los convierte al mismo tiempo en verdugos y en víctimas.

Miguel Juan Payán

Es un cuento seco y arisco en el que se imponen con rotundidad planos generales de perturbadora belleza que al mismo tiempo transmiten la soledad y el aislamiento, y construyen la claustrofóbica trampa de aislamiento a cielo abierto en la que nos encontramos atrapados junto con los personajes durante toda la película.

6 La liga de la justicia de Zack Snyder

Por fin pudimos ver la versión de Zack Snyder de la película que cumplió con todas nuestras expectativas.

Años batallando contra Warner Bros. y DC Comics para que le permitieran terminar su visión de La Liga de la Justicia, años recibiendo negativas y solo apoyado por los miles de fans que nunca dejaron de creer. Y, entonces, tras varias semanas de rumores, casi al inicio de la pandemia, Zack Snyder anunció, de la mano de Warner Bros. que por fin el sueño se haría realidad y que su versión de La Liga de la Justicia podría ser vista. Pasaron meses con rodaje de escenas añadidas y con mucha, mucha posproducción, pero esta primavera, la película llegó al streaming y se convirtió, de pleno derecho, en un fenómeno de masas. Con detractores, por supuesto, como casi todo lo que hace Zack Snyder, pero también con legiones de defensores de una película oscura, adulta, siniestra incluso… Un viaje a la psique del superhéroe que dibuja a los personajes como titanes, sí, pero también como humanos, muy humanos, perfectamente falibles. La decisión de Zack Snyder de estrenar su película en un formato distinto a lo visto en cines habitualmente, con el 1.33:1 por bandera, decisión algo polémica que daba un aspecto más vertical a la película. También se pudo disfrutar en blanco y negro, si así lo decidía la audiencia, aumentando la sensación de drama clásico, de gran tragedia griega. De ópera grandilocuente y genial que no se contenía nunca. Cuatro horas de metraje para una de las películas de superhéroes más complejas y difícilmente catalogables, un prodigio que sustituía la versión que llegó a cines, dirigida por Joss Whedon. Aquella versión aguada y mucho más sencilla no alcanzaría nunca el grado de complejidad de esta historia que, además, sabía ser diferente a lo que el género nos había mostrado previamente. El cierre perfecto de una trilogía comenzada con El Hombre de Acero y continuada con Batman versus Superman, que abría el universo a nuevas posibilidades que, por el momento, ni Warner ni DC parecen querer explorar. Es una lástima, porque lo que nos ofrece la película es sin duda algo completamente único en su género. De hecho, es una película que crea su propio género. Está llena de energía, los actores realmente brillan, incluso aquellos olvidados en la versión anterior, y el resultado final no puede ser mejor. Se trata, sin lugar a dudas, de la mejor película de superhéroes del año, y de una de las mejores muestras de a lo que puede aspirar el género. Brillante.

Jesús Usero

Cuatro horas de metraje para una de las películas de superhéroes más complejas y difícilmente catalogables, un prodigio que sustituía la versión que llegó a cines, dirigida por Joss Whedon.

 

 

7 West Side Story

Steven Spielberg recupera con solidez y sentido del espectáculo el legendario musical creado por Leonard Bernstein, Jerome Robbins, Stephen Sondheim y Arthur Laurents.

Cuando Steven Spielberg anunció su intención de escenificar nuevamente en las pantallas West Side Story, los amantes del séptimo arte se temieron que el resultado quedaría muy por debajo de la inalcanzable grandeza de la película dirigida por Robert Wise, en 1961. Sin embargo, el responsable de Tiburón ha demostrado su capacidad para no zozobrar ante la brillantez de una obra tan imperecedera en el tiempo.

La versión de West Side Story de 2021, calificada por muchos como un show pensado para atrapar a los millennials, recrea con imaginación las partituras ideadas a finales de los cincuenta por Leonard Bernstein; y lo hace sin sonrojo alguno, a la hora de reconocer la guía establecida por el citado filme de 1961.

Spielberg se muestra consciente en todo momento de que es inútil luchar contra el recuerdo de Natalie Wood, George Chakiris, Richard Beymer, Russ Tamblyn y Rita Moreno (la única del reparto sesentero que aparece en la adaptación de 2021); y por ello se contenta con mantener los mismos mimbres dramáticos, mimetizados incluso en muchos de los movimientos de los personajes principales y secundarios. El director de En busca del arca perdida tan solo se permite introducir breves cambios, como el diferente sitio en que se desarrolla el número de América (en el filme de Wise sucedía en una azotea, mientras que Spielberg opta por desplegar el frenético baile de Anita y Bernardo en las calles neoyorquinas), o el adelanto en la trama del tema “Cool”, con los que introduce su huella como creador. Decisiones puntuales que no evitan concebir su trabajo como una obra de sincero homenaje, hacia una de las películas más mitificadas de la historia de Hollywood.

Un apartado especialmente singular lo comprende el elenco interpretativo escogido para esta revisión respetuosa, cromática y talentosa del musical de Bernstein, y del largometraje de Wise. Steven Spielberg confía la acción a las competentes encarnaciones de un cuadro actoral altamente competente a la hora de cantar, bailar e interpretar. Sorprende comprobar los increíbles tonos a los que llegan Ansel Elgort y Rachel Zegler, como el atormentado Tony y la esperanzadora María. Sin embargo, quien sobresale en su cometido es la deslumbrante y efusiva Ariana DeBose. La actriz de Hamilton es la que mejor se ajusta a los gestos y actitudes de la explosiva Anita (la novia de Bernardo), al tiempo que desvela sus dotes para evitar una dependencia excesiva de la antigua Anita, a la que prestó su físico una no menos eléctrica e impactante Rita Moreno.

De manera vibrante, Steven Spielberg consigue revivir el pulso eterno de la rivalidad entre los Jets y los Sharks.

Jesús Martín

 

8 Spider-Man: No Way Home

Si ya tenía el hype por las nubes y las expectativas bastantes altas, además de tantas teorías y especulaciones sobre lo que podría pasar, la película las superó todas con creces.

Spider-Man: No Way Home, ha sido para mí la mejor Película del año, con mayúsculas. En todo momento es un disfrute visual y todo un espectáculo. Hay sorpresas y giros sorprendentes durante toda la película, y eso la hace consagrarse como una de las mejores de todas las que ha habido de Spider-Man, ya no solo las protagonizadas por Tom Holland, sino también las de Andrew Garfield y Tobey Maguire. Además, también podría decir que es una de las que más me ha gustado de todo el universo Marvel, eso sí, Avengers: Infinity War me parece insuperable y puede que la película que nos ocupa en este momento se encuentre en el puesto número 2 de mi ranking.

Hay sorpresas y giros sorprendentes durante toda la película, y eso la hace consagrarse como una de las mejores de todas las que ha habido de Spider-Man

Uno de los puntos fuertes que me parece que tienen las películas de superhéroes de este universo son los toques de humor que hay a lo largo de la historia, que se combinan con momentos de tensión y adrenalina para aliviar un poco al espectador. Hay puntos de estos muy buenos, incluso ciertos personajes que aportan un lado mucho más cómico a la cinta. En cuanto a los personajes, podemos decir que ya que ocurre de todo en esta película y el multiverso está presente en todo momento…, ¿por qué no haber traído a más personajes de las anteriores películas del hombre araña, como por ejemplo a otra tía Mai o a otra M. J.? Hubiera sido muy gracioso, pero desde luego no se echa de menos con la cantidad de personajes que hay y todas las sorpresas que incluye esta nueva aventura de Peter Parker. A ciertos personajes los vamos a echar de menos, ya que hay sobre todo un momento que nadie se espera e impacta, hasta el punto de que a más de uno seguro que se le ha saltado la lagrimilla.

Es verdad que para enterder ciertas tramas y saber quiénes son algunos personajes de la película, es necesario haber visto todas las anteriores de todas las sagas de Spider-Man, pero si no es el caso de algún espectador, que creo que serán pocos, mediante bromas e interacciones entre varios de los personajes, lo explican y se entiende medianamente bien. El final de la película me dejó un poco descolocado al principio, pero luego encontré perfectamente el sentido, así que me encantó.

En definitiva, la película en su totalidad me parece de sobresaliente.

Jesús M. García

 

9 Última Noche en el Soho

Hipnótica y misteriosa película del sorprendente Edgar Wright. Un viaje psicodélico a la faz oscura y glamurosa del Londres de los años sesenta.

Dos tiempos diametralmente diferentes, con personajes caracterizados por distintas actitudes existenciales y opuestas potencialidades humanas. Así es como el británico Edgar Wright desarrolla el laberinto dramático que describe este filme psicodélico y asfixiante. Una obra que se ve favorecida por el desequilibrio que presenta el guion original, y en el que la parte protagonizada por Anya Taylor-Joy canibaliza la un tanto desdibujada realidad que encarna el rol al que presta su físico Thomasin McKenzie.

El rastro evidente de una tímida herencia absorbida a partir de la pletórica época del free cinema inglés, con Lindsay Anderson y Tony Richardson como máximos exponentes, inunda cada fotograma y secuencia de la pesadilla urbana ideada por Wright, arropada por una imponente banda sonora, pergeñada por Steven Price. Un molde de libertad estimulante y neurótica, que permite al responsable de Baby Driver elaborar una película que transmite una verosímil e inquietante emoción enfermiza, emulsionada mediante una ingeniosa utilización de los escenarios y de los colores, que marcan la acción en los dos tiempos que escenifican las historias entrelazadas.

Bajo estas coordenadas creativas, Wright carga el peso del largometraje en los sucesos ocurridos en el Londres de los años sesenta, y en los clubes nocturnos que poblaban la urbe del Támesis. Un ambiente de vapores etílicos y amores contrariados, en el que sobresale la presencia magnética de la cantante llamada Sandie, a la que ofrece sus indudables dotes interpretativas la sobresaliente y seductora Anya Taylor-Joy. La estrella de Gambito de dama ejecuta una caracterización de brillantez inmaculada, dentro de un papel que le permite jugar con los tics habituales de las femmes fatales del noir clásico.

Taylor-Joy domina la pantalla con sus actuaciones sobre el atestado escenario del tugurio en el que trabaja la glamurosa Sandie. Una encarnación que capta la totalidad del interés argumental; y que no puede impedir que la película pierda enteros, cuando el relato se traslada a la realidad de la aspirante a diseñadora de moda, a la que dota de vida la no menos eficaz Thomasin McKenzie.

Última noche en el Soho sobresale del resto de títulos estrenados en 2021 por su enigmática extrañeza, y por su determinación para generar un espectáculo de libertad audiovisual absoluta y refrescante.

Última noche en el Soho sobresale del resto de títulos estrenados en 2021 por su enigmática extrañeza, y por su determinación para generar un espectáculo de libertad audiovisual absoluta y refrescante. Unas sensaciones que enmascaran los fallos de coordinación que presenta el thriller en su concepción del suspense; los cuales, si se perciben, pueden provocar un cierto desapego hacia las virtudes artísticas señaladas.

Como colofón de este sueño psicodélico pensado por Wright, la movie muestra la última colaboración interpretativa de la genial Diana Rigg, quien falleció antes del estreno de la cinta.

Jesús Martín

 

10 Titane

Una de las sorpresas del año, ganadora de la Palma de Oro en Cannes, Titane ha sido una de las películas más memorables de 2021.

Julia Ducournau llevaba un tiempo avisando de que le esperaban grandes cosas. Quizá desde sus inicios prometedores, con el corto Junior que, en 2011, ya fue premiado en Cannes y que anticipaba muchas de las obsesiones que han marcado su carrera. Pero desde aquel cortometraje a su debut detrás de las cámaras en una película, pasaron bastantes años de una industria que no sabía clasificar ni ofrecer las oportunidades que merecía a la cineasta. Hasta que en 2016 llegó Crudo y, tras su paso por la serie Servant, donde ha dirigido un par de episodios, ahora le toca el turno a Titane, una de esas películas que son inolvidables y que pueden provocar el rechazo de una parte del público. Reconozco que, si no entras en el juego que propone la película, el viaje puede ser muy complicado para el espectador, pero no creo que lo sea mucho más que en otras películas similares. Titane es una historia casi indescriptible, como un viaje onírico y quizá esotérico, o puede que de ciencia ficción, mezclado con un realismo crudo, la búsqueda de nuestro lugar en el mundo, la redención, el perdón, la sexualidad, el paso del tiempo…, todo comienza con una niña que tiene un accidente de coche con su padre y le tienen que poner una placa de titanio en la cabeza, lo que la lleva a tener una relación obsesiva con ese coche. Por diversos motivos, que es mejor no revelar, su camino se cruzará con el de un hombre que intenta detener el paso del tiempo inyectándose esteroides. Y no estamos contando las mejores partes. Ducournau es una excelente heredera de la nueva carne de David Cronenberg y esta película, perfecta hermana de Junior y Crudo, es un paso adelante en las historias que vimos en películas como Crash, Rabia o Videodrome. Sangre y aceite, combustible y agua, metal y carne… Un viaje fascinante argumental y visualmente que no está hecho para todos los estómagos, porque la directora tiene muy claro que no quiere complacer al público, quiere removerle en sus asientos, quiere hacerle sentir y no siempre sentir cosas buenas. Mención especial para su pareja protagonista, Agathe Rousselle y Vincent Lindon, maravillosos en sus papeles de personajes perdidos, varados y sin aparente salvación. Por supuesto, como no podía ser de otro modo, Garance Marillier da vida nuevamente a un personaje llamado Justine, una seña de identidad de la directora. Una película inolvidable.

Titane es una historia casi indescriptible, como un viaje onírico y quizá esotérico, o puede que de ciencia ficción, mezclado con un realismo crudo, la búsqueda de nuestro lugar en el mundo, la redención, el perdón, la sexualidad, el paso del tiempo…

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